miércoles, 30 de julio de 2008

Partidos y pronósticos

Hace unas semanas colgué un post compuesto de retales de noticias con el fin de sugeriros mi valoración de la actualidad política, al menos en su aspecto partidario. Ahí van las reflexiones prometidas.

Creo que la inserción del sujeto en la comunidad está cargada de consecuencias insoslayables. Una de ellas, no la menor, es la necesidad que el hombre tiene de sentirse partícipe, siquiera en una medida irrisoria, del destino colectivo. Cuando esta inclinación natural e íntima se ve cercenada comienza a brotar, como bien supo ver George Steiner, una nostalgia de tragedia, un anhelo secreto de grandes desastres y rupturas revolucionarias. Estaríamos, en efecto, ante una compensación psicológica del quietismo político, ya experimentada, por otra parte, en nuestra I Guerra Mundial y en las décadas posteriores a ésta.

Esta pulsión inesquivable del ser social intenta satisfacerse mediante cambios epidérminos traducidos en la alternancia de partidos en el gobierno. Las esperanzas de cambios reales son depositadas en los recién llegados hasta que, ya frustradas, se convierten en resignación ante el inmovilismo generalizado, aguardando su reactivación por reacción reflejo ante políticas de tonalidad contraria. Eso ocurre, y así nos entretenemos, tanto en el lado progresista como en el conservador del espectro político, dejando fuera a la cada vez más desengañada -y realista- base de la izquierda transformadora. Algo de eso dijo el neoliberal Popper: la democracia se limita a poder cesar al gobernante insatisfactorio.

En Estados Unidos ya estamos contemplando un fenómeno ligado a estas consideraciones. Parece que el espectáculo ha elevado a rango presidencial a Obama antes de que obtenga una ratificación colectiva, ratificación que, en consecuencia, está resultando brutalmente condicionada. No es que para mí sean lo mismo Bush u Obama; es sencillamente que me resulta agresiva, irreal, sobredimensionada y a-democrática la cobertura que este tipo está obteniendo en detrimento del actual -y deleznable- presidente y su sucesor.

Aquí la situación es parecida. El PP ha integrado en su discurso la mayor cantidad posible de votantes reaccionarios y, después, ha sabido desligarse de referencias ultramontanas para invocar el liberalismo gaditano, las políticas sociales (¿¡cuándo se aclarará que la política social puede ser caritativa, conservadora e inmovilista y emancipadora, progresista y basada en criterios de justicia!?), el civismo político y la pluralidad cultural de España. Mientras, el PSOE aparece ya como fuera de juego, con un Solbes que se cree que le pagamos para describir la crisis y no para afrontarla, con un Zapatero sin apoyos y derechizado (vid. sus vergonzantes opiniones sobre la directiva europea sobre el encerramiento de inmigrantes), con un Rubalcaba reconvertido en el terror de los etarras (tras sus intervenciones cínicas en el caso De Juana)... Tenemos, en fin, un PSOE que ingenuamente cree haberse asegurado votantes a su izquierda y que batalla sin cesar por conquistar un presunto espacio de centro, bajo la batuta de PRISA, caracterizado por el españolismo y el liberalismo económico templado. Parece entonces que no se han enterado de que su victoria procede, entre otras fuentes, de Cataluña y de IU. Tan elemental resulta el diagnóstico que permite la suspicacia de sospechar si no se estarán dejando ganar...

Y mientras, ¿dónde está IU? Pues en las suyas: asaltada por los integristas del Partido Comunista y con una sonrisa inexplicable en boca del insulso Llamazares. ¿Contemplaremos alguna vez la valentía para deslastrarse del comunismo y los comunistas para fundar una fuerza estrictamente contemporánea? ¿Hasta cuándo arrastrarán las querencias sentimentales a tipos valiosos? ¿Por qué no se presentan de una vez a solas con la hoz y el martillo quienes todavía apuesten por la estatalización absoluta de la sociedad y la economía? Y si eso no lo defiende nadie, ¿a qué viene entonces la persistencia en el etiquetado?

Con tal panorama parece claro que, de seguir así las cosas, las próximas las gana el PP. El problema es que todo tiene un aire de prefabricado, de preconstruido, de extraño a nuestras voluntades. Ante este panorama, uno vuelve de nuevo a caer en una profunda sensación de orfandad (partidaria). El reto, entonces, no es otro que ponerse a reflexionar sobre la forma de tal orfandad para percatarse de su carácter ilusorio. Comencemos para ello de una vez a interpretar la realidad política más allá de las divisiones y las adscripciones partidarias (que no son más que un momento de dicha realidad) para superar esa desasosegante sensación. Construyamos nuestra identidad y opinión políticas más allá de los partidos; más aún: canalicemos nuestro compromiso y nuestra acción política fuera de las distribuciones partidarias.

Innerarity

Si alguien quiere consumir la nueva ortodoxia filosófica, la actual corrección política social-liberal, puede plantearse la lectura del pedagógico Daniel Innerarity, profesor de Filosofía en Zaragoza. Yo lo conocí a través de sus artículos en El País, y la buena impresión me llevó a adquirir dos monografías suyas, una sobre la transformación de la política en la actualidad y otra, anterior, sobre la dialéctica de la modernidad. Si lo menciono hoy aquí no es sólo porque en sus páginas puedan encontrarse, convenientemente desmenuzados y trasladados a un plano divulgativo y elemental, los principios de la filosofía política progresista y moderada de nuestro presente, sino también porque en un artículo que publica hoy en el diario de PRISA pueden comprobarse algunas de las aporías en que tal corriente incurre. Os paso dos fragmentos:

1. Pocas sentencias han quedado tan anticuadas y en tan poco tiempo como aquella célebre de Bertolt Brecht según la cual "primero es el comer y luego viene la moral"

2. El desarrollo económico que ha tenido lugar desde la segunda mitad del siglo XX ha conducido a una extensión social del bienestar anteriormente inimaginable. Por primera vez en la historia, gracias a la producción segura de alimentos y a su provisión en el mercado, una gran cantidad de consumidores de los países ricos dispone de los presupuestos materiales necesarios para poder comer lo que quiera. (...) En las estanterías de cualquier gran supermercado está a nuestra disposición una enorme cantidad de productos a precios asequibles. La cuestión es quién vive en ese paraíso: nosotros los consumidores de los países ricos.

Pues eso: por un lado parece al filósofo un lema anticuado anteponer a la alambicada moral burguesa la urgencia del abastecimiento de recursos básicos para la existencia, y después resulta que ese salto sólo es patrimonio de los países ricos, pues en el ancho e inabarcable mundo pobre bien que siguen existiendo razones para que la integridad física y moral del individuo se las traiga al pairo precisamente porque tal integridad no está garantizada y no vale dos duros.

Y es que uno de los rasgos característicos del nuevo discurso progresista es definirse obstinadamente en oposición a cualquier veleidad marxista o clasista. Y bien hacen, pues ni la política puede basarse en la aniquilación del otro -y por eso mismo es condenable la economía liberal-, ni tampoco el análisis puede desembarazarse de la complejidad (como bien apunta Innerarity); así lo demuestra el hecho, muy superficial pero elocuente, del radical conservadurismo de 'clase baja' y el progresismo libertario de individuos emancipados de las necesidades elementales... y también de la avaricia.

Pero en esa revisión drástica del marxismo estos autores, abundantes en nuestra esfera pública, olvidan dos aspectos básicos de la política: que ésta implica polémica, negación y diferencia y que todavía está vigente la lucha contra la conversión del sujeto en un objeto para uso y provecho de un amo.

Negar que esto sea así, en lugar de una argumentación o una réplica filosófica, no es sino una cobertura ideológica que se extiende como manto legitimante del dominio de los amos.

domingo, 27 de julio de 2008

Madrid-Colombia-Venezuela

Acabo de llegar a Madrid, donde residiré un mes dedicado full-time al trabajo y con tiempo suficiente para abastecer mi últimamente escuálido blog.

Desembarco como intruso en el barrio más selecto de la capital, para ocupar un coqueto y confortable apartamento, cuya televisión resulta que no dispone de algunos canales (La Sexta, ¿por qué será?) y, a cambio, ofrece otros, como uno dedicado las 24 horas a transmitir lecturas bíblicas por diferentes señores y señoras subidos a un atril, a lo que se suma una buena ristra de otros programas rellenados de pitonisas, adivinos y concursos-tongo. ¿Tan avanzados estamos, tan enterrada está la superstición, de tan buena salud goza la razón y la crítica? No lo sé, de veras...
Vuelvo a comprobar además que, sin llegar al fanatismo integrista -pues se nota el afán cosmético de aparentar pluralismo-, Telemadrid rezuma conservadurismo casposo hasta en la 'prestancia', la voz y la disposición del presentador del telediario del fin de semana. Aunque a veces no sabe uno qué le resulta más insufrible, si esa derechona castiza, o la prepotencia del socialliberalismo de PRISA, cuya cadena Cuatro, además de visible en mi apartamento, se encargaba en el noticiario de insinuar la simpatía de IU hacia García Albert, la presunta integrante de las FARC: "IU denuncia la detención como injustificada" o algo así afirmaba el presentador del noticiario en los titulares, sin posterior aclaración o pormenor, y poniendo mucho énfasis en pronunciar la cifra de doce mil euros que debe depositar como fianza, como si fuese un millón de euros...
Me venía a la mente cuando lo escuchaba el testimonio de un estudiante colombiano a quien conocí el pasado mes de mayo. Votante desencantado de Uribe, este chico me ilustraba sobre el régimen político colombiano, asentado sobre un potente aparato propagandístico. Sus descripciones se vieron confirmadas con la lectura de un reciente artículo de Antonio Caballero, en el que podía leerse: "(El gobierno de Álvaro Uribe, se caracteriza, por) un populismo crudo, populachero y mesiánico, patriotero y buscapleitos. Uribe gobierna sin intermediarios ni poderes interpuestos: haciendo pasar leyes de aplanadora en el Congreso, o presidiendo “consejos comunitarios” transmitidos en directo por la televisión todos los sábados desde los más remotos puntos de Colombia y en los que, ante las cámaras, imparte justicia, nombra funcionarios o los manda meter presos, da consejos sexuales a los adolescentes, rifa cheques de subsidios oficiales, besa reinas de belleza, bendice bebés, reza de rodillas tres avemarías y lanza amenazas contra los terroristas o contra los magistrados de la Corte Suprema. A veces remata la función con una exhibición de sus habilidades de caballista, domando un potro cerrero. Porque Álvaro Uribe reencarna, literalmente, ese personaje de la tradición decimonónica de América Latina que se llama “el hombre de a caballo”: el presidente que es a la vez padrino y compadre, temido y patriarcal, campechano y autoritario, amigo fiel de sus amigos, enemigo mortal de sus enemigos, y gobierna su país como si manejara su finca ganadera".
Me pregunto por qué en España hemos podido presenciar ya cientos de veces la mamarrachada de Aló Presidente! de Hugo Chávez y, en cambio, ni una sola vez el populismo televisado del colombiano. Mucho de verdad hay en lo que apuntaba hace días Vicenç Navarro en su blog: es posible encontrar más noticias críticas sobre Chávez en los medios nacionales de Venezuela que opiniones positivas sobre el mandatario venezolano en España, dato que nos pone en evidencia el 'pluralismo' de nuestra esfera pública(da).

domingo, 6 de julio de 2008

Los intríngulis del mercado o el liberalismo amanolado

En el mes pasado he cruzado la frontera que nos separa de Portugal en un par de ocasiones. La primera vez, al encontrar inesperadamente un supermercado abierto en domingo, entramos para comprar y traer a casa algunos productos de la tierra especialmente deliciosos, como el Porto o el famoso paté de sardinas. Bastó una mera comparativa de precios en alguna mercancía por estos meses esencial en casa (pañales) para apercibirnos de la diferencia sustantiva: de los 21€ que nos clavan en Mercadona o los algo más de 16€ que tuvimos que pagar en Pingo Doce.
A las tres semanas del descubrimiento, y por invitación de mi querido amigo Israel, volvimos nuevamente al Algarve para unas merecidas minivacaciones (tras tres semanas de trabajo intensivo). Al regreso aprovechamos de nuevo para abastecer al peque y empleamos algo más de tiempo en realizar lo que la economía política, al menos los postulantes del rational choice, toman como presupuesto incontrovertible de la conducta humana: ver, comparar y quedarnos con lo más beneficioso para nuestros intereses. Pues bien, la conclusión es que la leche, el aceite, la fruta (siquiera los melones y las piñas), los desodorantes y alguna que otra cosa que ahora no recuerdo eran proporcionalmente más baratos que en las superficies españolas.
Nada habría de extraño en estas diferencias de precio si no fuese porque Sócrates, el presidente 'socialdemócrata' portugués, estrenó su mandato subiendo el IVA -el tributo menos progresivo, exactamente- en una buena proporción.
La respuesta creo que debemos ubicarla en la voracidad de la clase empresarial hispana, irresponsable crónica y ciega por completo ante la dimensión social de su actividad económica. Ya tuve oportunidad de comprobarlo otra vez en Alemania, cuando compraba fresas frescas procedentes de mi tierra a menor precio del que se adquirían en los supermercados onubenses.
La cuestión es que, de ser certero el diagnóstico, se quebraría la presunta universalidad de la receta liberal que va desde Smith a Weber, sumando hoy una gran mayoría de adeptos, pues, ¿qué hacer cuando el sujeto de intereses no es autodisciplinado, no atempera sus pulsiones, sino que las desata en beneficio exclusivamente propio y con resonancia disolvente para los demás? La cuestión, además, se vuelve con crudeza hacia el discurso socialista, pues, a quién recurrir contra la irresponsabilidad económica masiva, ¿a un Estado que no es más que un conjunto de individuos? ¿a la coacción y la subordinación ejercida contra una proporción notable de la ciudadanía? ¿no tomamos entonces nota del fracaso histórico de esa receta empleada en exclusiva?
PS. Se agradecen respuestas o sugerencias. La que a mí se me ocurre apunta a colocarse cada vez más en canales externos tanto a los del capital como a los del Estado.

martes, 1 de julio de 2008

Impresiones

Saque el lector sus propias conclusiones, que más adelante trataré yo de facilitar motivadamente las mías:

Zapatero agradece a la selección la unidad en torno a la bandera de España
Decreto de 29 de agosto de 1936 restableciendo la bandera bicolor roja y gualda: «Sólo bastardos cuando no criminales propósitos de destruir el sentimiento patriótico en su raíz, pueden convertir en materia de partidismo político lo que por ser símbolo egregio de la Nación, está por encima de parcialidades y accidentes».
Decreto de 27 de febrero de 1937. «Abolido el himno, en desafortunada hora adoptado, y que a su significación histórica unía el recuerdo de cinco años de traiciones a la Patria, las músicas Nacionales volvieron por lo que era español y tradicional, recogiendo el entusiasmo de lo que por ser Himno de España no debió jamás adscribirse a formas de Gobierno a que no estaba unido».
Hubo miedo, y hubo corrimiento de voto en las elecciones del 9 de marzo. En cifras elocuentes. Un 20,6% de los votantes del PSOE en los comicios confiesa que confió en José Luis Rodríguez Zapatero para evitar que ganase Mariano Rajoy. Si extrapolamos los resultados, teniendo en cuenta que los socialistas recabaron 11.288.698 apoyos –como ya consta en el BOE–, resulta que en toda España hasta 2,3 millones de personas pudieron elegir al PSOE guiadas por el miedo a una nueva legislatura del PP. De no haberse percibido el “peligro” de que triunfase Rajoy, cuestionó el Publiscopio, ¿a qué partido habría votado? El 39,7% responde que habría apostado por Zapatero asimismo, pero el 60% restante habla del voto útil, lo que equivale a casi 1,4 millones de votantes. El mayor perjudicado fue IU. Un 24% de quienes votaron al PSOE para frenar al PP habría apostado por la federación de Gaspar Llamazares. Extrapolando el porcentaje, representaría a unos 558.000 electores.
El PCE ha comenzado a amenazar con la expulsión a algunos de sus miembros críticos más destacados, por pertenecer a corrientes no inscritas en los cuadros oficiales de sus líderes sexagenarios, secundados por militantes cuarentones de las Juventudes.
El PP da un giro al centro en una operación extraordinaria de marketing político, enterrando simbólicamente a Aznar y a Aguirre, y con ellos a Losantos y Pedro J.

¿Quién ganará las próximas para que todo siga igual?