Entre otras cosas más penosas, esta crisis está sirviendo para instruirse en economía y finanzas, refrescando con ello lo aprendido en las clases de economía política de la carrera. La cuestión es que, a poco que uno se pone a profundizar con el mero razonamiento, se percata de que las informaciones periodísticas convencionales sobre la crisis son superficiales e insuficientes. Pongamos un ejemplo de ello.
Parece fuera de discusión que el gobierno actual ha decidido rescatar a la banca española. Dejemos de lado la controversia, inexistente en los medios, acerca del acierto, o no, de tal medida. Al menos han empezado a tener la osadía de señalar carencias donde los dirigentes anteriores solo encontraban el "sistema financiero más solvente del mundo". Otra cosa es que, a diferencia de lo que ocurría en los años 1930 en Alemania, cuando el canciller recurría a decretos de excepción con el fin de no aplicar la ley de quiebras a los bancos rescatadas, hoy se aplique un régimen mercantil privilegiado a la banca, para agravio y oprobio de cualquier pequeña y mediana empresa abocada a la quiebra.
Sí, ya sé, dejar caer a la banca provocaría "un riesgo sistémico", un "pánico bancario", el "corralito"; no obstante, hasta ahora, no ha habido un periodista ni un economista que se haya dignado a facilitar la cifra que esconden esos lemas, el montante que supondría sufragar la quiebra de los bancos insolventes garantizando el máximo de los depósitos. Si hubiera circulado dicha cifra, igual me habrían convencido de inmediato. Como la desconozco, no dejo de creer que un horizonte de quiebra localizada y controlada de la banca generaría dos ventajas: 1) hacer desaparecer deuda por impago y desaparición del deudor, algo que no ocurrirá con el rescate público; y 2) hacer ver a los defensores del rescate, como Alemania, que el problema que quieren solucionar con él es, en realidad, un problema general, que afecta muy principalmente a la banca alemana, con lo que su solución debe ser compartida y solidaria, mas no basada en el expolio y empobrecimiento unilaterales de una de las partes implicadas, o qué piensan, ¿que el banco alemán que sufragaba la fiesta no ha sido tan irresponsable y especulador como la caja española que chorreaba créditos sin criterio?
Pero perdonen la digresión. Me he puesto frente al ordenador para mostrar con un sencillo ejemplo hasta qué punto las informaciones económicas actuales pueden ser simplistas. Una de las cuestiones más debatidas en estos días es la del tamaño de nuestro agujero bancario-inmobiliario: ¿a cuánto asciende el crédito promotor y familiar incobrable o dudoso? ¿cuánto dinero tiene la banca en activos tóxicos? y, por consiguiente, ¿cuál ha de ser el importe de nuestro rescate?
Las cifras más realistas sitúan el crédito incobrable o dudoso en torno a 250.000 millones de €. Otros más optimistas hablan de 100.000, y por ahí andará torpemente el rescate, en aplicación de esa equivocada táctica de sacar la mierda en partes, por eso de no asustar al personal. Pues bien, sabiendo que el crédito total en España supera el billón de euros, los cálculos de estas cifras redondas pueden estar equivocados, sencillamente por el hecho de que la cifra total del agujero es móvil, e irá transformándose según la coyuntura económica vigente en cada momento. Y esa movilidad, en un contexto de rescate y de restricciones aún mayores, será siempre in crescendo. Ahí van dos pequeñas muestras de ello:
a) El rescate que se hará del Estado español para que, a su vez, éste pueda rescatar a su banca quebrada estará, con toda probabilidad, cargado de condiciones leoninas: bajada de sueldos y subsidios, mayor desempleo, privatizaciones, etc. Esto provocará de inmediato una bajada de la renta disponible, de modo que todos aquellos que, en la situación actual, cuentan con un préstamo hipotecario o al consumo, y están al corriente de sus pagos, pueden, en un escenario de rescate, verse desplazados hasta engrosar la masa de morosos, haciendo así aumentar la cantidad total de activos tóxicos.
b) Esas mismas condiciones impuestas por el rescate enfriarán aún más la demanda interna. Fíjense que la apuesta de devaluarnos para exportar es, salvo una proporción minúscula, inaplicable al mercado inmobiliario, solo susceptible de ser absorbido por la demanda interna. Pues bien, si esa demanda se debilita todavía más, si con su pérdida generalizada de poder adquisitivo solo puede permitirse comprar inmuebles, no al 70 o 65% del valor contable actual, que será lo que reconocerán los evaluadores de nuestra banca, sino al 40 o al 35%, entonces el tamaño del agujero aumentará; los inmuebles serán los mismos, pero su valor de mercado será todavía menor, con lo que las pérdidas de la banca serán mayores de las calculadas en un comienzo, lo cual generará nuevas necesidades de rescate.
En resumen, si el rescate viene acompañado de condiciones y exigencias que profundicen la recesión económica, el agujero que se pretendía tapar no hará sino crecer, porque aumentará la cantidad de morosos y se devaluará todavía más la cartera de inmuebles que posee la banca.
En resumen, si el rescate viene acompañado de condiciones y exigencias que profundicen la recesión económica, el agujero que se pretendía tapar no hará sino crecer, porque aumentará la cantidad de morosos y se devaluará todavía más la cartera de inmuebles que posee la banca.
Como insinué en mi digresión, mucho hay que argumentar para convencer de que la salida y fin del euro o la quiebra de los bancos describan un horizonte más desolador que el círculo vicioso en el que vivimos instalados desde hace más de dos años. Y el problema es que en pocos debates públicos se barajan estas otras alternativas.